jueves

El tiempo no significaba nada entre los dos. Las horas pasaban y con ellas la gente iba y venía, pero ellos permanecían. Sentados uno frente al otro, sus manos casi rozándose encima de la mesa como si anhelaran un contacto que ambos sabían que no volvería a producirse. Y así pasaban los minutos, tras varios intentos de conversación fallida el silencio se había apoderado de la situación y ahora marcaba sus propias normas. Qué lástima darían desde fuera, una pareja joven con el mundo a sus pies y en silencio. Claro, que ellos no sabían que ese mundo les había destruido, que ya no quedaba nada en pie. Ellos no veían sus miradas. Miradas que expresaban todo eso que las palabras no lograban. Miradas que llenaban el ruido de las frases que habían dejado tras de sí. Miradas que antaño conseguían capturar todo el oxígeno de la habitación, ahora no hacían más que condensarlo todo en una pelota y lanzárselo a la cara. Si, el tiempo no significaba nada entre lo dos, porque los dos sabían que después de todo, ésto era el final. Así pues...¿por qué apresurarse?

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