miércoles

525.600 minutos para cambiar tu vida. ¿Qué usarías para medir un año? Quizás lo cuentes en puestas de sol o en gotas de rocío, de esas que caen cada noche y que empapan tu ventana. Quizás con todas esas listas que haces por hacer o en los cafés que te tomas cada mañana. Puede que lo midas en besos y sonrisas, o en lágrimas que escaldan el alma al caer. En lo que tarda una persona en defraudarte, o en cuánto tardas en darte cuenta de que la soledad te rodeó sin darte cuenta. Algunos lo miden en horas, otros en días, tipos convencionales de traje y chaqueta gris. Yo prefiero medirlo en cucharadas de sol y lluvia. En mañanas durmiendo, tardes de risas y noches de reflexión en cada bar abierto. Lo mido en cada decepción y en cada aprendizaje, en cada cicatriz cerca del corazón.  Dime tú, ¿cómo medirías un año? Lo hagas como lo hagas déjame decirte un secreto que te puede ayudar. La respuesta correcta es no medirlo, porque si lo haces, te darás cuenta de que cada año pasa más rápido que el anterior y que cada vez que lo intentas agarrar se te escapa de entre los dedos, como agua de mar.

jueves

Tienes tantas ganas de seguir adelante que pasas por alto lo importante, y te atascas. Vuelves atrás, remiendas tus pasos con tiritas hechas de palabras vacías, que tratan de alentarte a seguir adelante con la promesa de que todo será mejor a medida que avances. Que gran eufemismo es pensar que todo será para mejor, cuando el presente es lo que hace que la realidad cuente. Sin el presente viviríamos siempre en el pasado, y el futuro no sería más que la continuación de un carrusel que no deja de girar en busca de una respuesta que no conocen ni esos caballitos de madera que lo pueblan con sus miradas atemporales, ni tu mismo. Cabalga todo lo que quieras en él, pero los tres sabemos que muy lejos no podrás llegar en un caballito de madera. Yo lo sé, tu lo crees y el caballito lo intuye.